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Aquella noche, el castillo parecía salido directamente de las páginas de una novela, tan impregnado de misterio y melancolía. Las luces parpadeantes de las velas proyectaban sombras danzantes sobre las paredes pintadas al fresco con magníficos mapas, mientras el eco de los pasos se perdía en los pasillos, como si el tiempo mismo se hubiera detenido para contemplar el espectáculo.
La Gala O.I.P. 2024 no fue sólo un acontecimiento, sino un encantamiento en el que cada detalle parecía formar parte de una escenografía teatral, magistralmente construida con la intención de hechizar y asombrar.
Una extraña alquimia impregnaba el aire, un equilibrio perfecto de elegancia y espontaneidad. Al cruzar el umbral, cada invitado asumía inconscientemente un papel en esta representación en la que el pasado no era un recuerdo desvaído, sino un actor vivo y presente.
El largo corredor en el centro de las dos mesas imperiales daba a toda la sala un diseño sobrio y elegante. Los distintos tonos de rosas dieron continuidad estética a la sala, integrándose en el ambiente decimonónico de la velada, sin sobrecargar el contexto histórico. El resultado fue un montaje delicado y cuidadosamente detallado, diseñado para acompañar discretamente la experiencia de los invitados.
Con su arquitectura y sus salas históricas, el Castillo constituyó un marco extraordinario para la gala y sus invitados. La espléndida coreografía del siglo XIX, la suave iluminación y la música de época crearon una atmósfera envolvente, intensa y, al mismo tiempo, sobria y equilibrada.